Editorial: Planeta DeAgostini
Edición original: Friday The 13th (Wildstorm)
Año: 2007
Guion: Justin Gray & Jimmy Palmiotti
Dibujo: Adam Archer
Entintado: Peter Guzman
Reseña: DayKnight
A estas alturas es difícil que alguien no conozca la saga Viernes 13 o, al menos, que sepa identificar a su (la más de las veces) protagonista, el gran Jason Voorhees. Con la friolera de diez películas, un reboot y un crossover con otro grande del género como lo es Freddy Krueger, esta franquicia nació como una descarada imitación de Halloween (John Carpenter, 1978), pero que, con cada nueva entrega, fue cimentando las bases no sólo de su propia mitología, sino de lo que hoy entendemos por un film slasher (de hecho, la propia saga Halloween incorporaría algunos de esos elementos, como muertes cada vez más sangrientas e imaginativas).
Si bien es cierto que cada nuevo film de Viernes 13 es casi un calco del anterior, cada uno hace su pequeña contribución para enriquecer su distintivo universo: en la primera se nos presenta a la familia Voorhees, el pueblo de Crystal Lake y su ancestral maldición; en la segunda, aparece Jason y toma su lugar como el matarife de la saga; en la tercera, Jason adquiere su apariencia definitiva: alto, corpulento, calvo y casi profesionalmente letal; en la cuarta, conocemos a quien será su némesis: Tommy Jarvis; en la quinta, surge un imitador de su aspecto y modus operandi; en la sexta, Jason revive (esta versión “zombificada” será la más recurrente en el imaginario popular); en la séptima, se nos muestra una joven con poderes telequinéticos; en la octava, Jason viaja a Nueva York y se las ve con una muchacha con poderes empáticos; en la novena, se nos cuenta que es un demonio y es enviado al infierno; en la décima, viaja al espacio (!); en la undécima, se enfrenta al Maestro de los Sueños; y en la duodécima, todo empieza de nuevo.
Toda esta cháchara introductoria viene a cuento por una sencilla razón: el comic que nos ocupa rebosa de un respeto enorme a la saga y su mitología, ya que toma lo más distintivo de cada film y lo introduce de forma orgánica en una historia al uso (grupo de adolescente libidinosos que empiezan a morir uno por uno). Justin Gray y Jimmy Palmiotti se toman en serio su trabajo y nos ofrecen una obra con personajes bien identificables, exploran la vertiente maldita de Crystal Lake (aún hoy sin tratar en las películas y que, como se demuestra aquí, tiene mucho potencial), salpican aquí y allá con pequeños guiños y referencias, e incluso se permiten reflexiones tales como qué es lo que motiva a un asesino serial a convertirse en uno.
Por otro lado, tenemos los lápices de Adam Archer que, sin ser una maravilla ni mucho menos, ofrecen un dibujo cumplidor que casa bien con la historia que se nos cuenta. No está de más decir que su trazo se ve potenciado por las tintas de Peter Guzman y los colores de Jonny Rench, que proyectan una atmósfera lúgubre y opresiva, incluso cuando es de día.
Y, por supuesto, tenemos al gran Jason Voorhees, con el atuendo que le vimos en su cruce con Freddy Krueger. Archer lo dibuja bien, lo hace amenazador e imponente, incluso cuando está quieto; ni qué decir cuando entra en acción. Debo reconocer que tarda (bastante) en aparecer, pero cada vez que lo hace es una gozada: brutal, salvaje, completamente desbocado. Toda la violencia que no puede ser mostrada en las películas a riesgo de ser censuradas (como lo fue la parte cuatro, y la seis, y la siete, y etc., y etc.) se nos presenta aquí con lujo de detalle: cabezas, tripas, sesos, sangre a raudales, un verdadero festín para los amantes del slasher en general y de Viernes 13 en particular.
Esta franquicia cuenta en su haber con una amplia variedad de comics: Jason vs Jason X, Jason vs Leatherface, Friday the 13th: Bad land, Friday the 13th: Summer Vacation, entre otros. No obstante, sin temor a exagerar puedo decir que ninguno llega al nivel de la presente, ya que son meros productos de explotación (sí, también lo son las propias películas, pero aquí se devanan un poco más los sesos (nunca mejor dicho) para presentar una producto más redondo).
En síntesis, no estamos ante la mejor obra de la historia, pero sí de la historia de Viernes 13. Un verdadero ejemplo de que no existen personajes o historias malas, sino malos artistas, como bien dijo nuestro viejo conocido Alan Moore. Una prueba de que, con cariño y respeto, es posible hacer algo sobresaliente con material, a priori, superficial.
Puntuación: 7/10
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